martes, 22 de febrero de 2011

Fundamentación teórica de la lexicografía histórica

Siguiendo a Carriscondo Esquivel (2001: 15-20), podemos delimitar al interior de una determinada lengua histórica, como un hecho propio de la estructura de toda lengua, como simplificación del continuum que ésta constituye.
Si hacemos una evaluación del corpus que hemos propuesto para iniciar la investigación de cada tema-problema en particular, encontramos que la documentación en los archivos en su mayoría constituye una versión escrita vertidos en los folios correspondientes a diversos documentos, en su mayoría relacionados con actividades propias, como, por ejemplo, de la administración colonial, de los juicios, expedientes, testamentos, así como repositorios documentales en bibliotecas, prensa (hemerografía), fuentes electrónicas, lexicográficas, entre otros. De ahí que pueda recogerse una variabilidad de formas que dan cuenta de un estado particular de la lengua en el periodo de la historia a estudiar y que, creemos, justifica el tomarlo como una variedad de la lengua española, cuyo léxico es susceptible de reconstrucción histórica.
En cuanto al aspecto lexicográfico, restringimos los resultados de nuestra propuesta a la producción de un inventario homogéneo que según lo establecido por Carriscondo, 2001: 23), corresponde a un vocabulario monolingüe autónomo, que seguiría en términos generales el esquema de exposición propuesto para el Diccionario Histórico de la Lengua Española (Lapesa, 1992a: 51-60), en cuanto a su definición y límites, tanto cronológico como geográfico y social.
En cuanto al análisis, aplicaremos el método de contrastividad, que en la elaboración de obras lexicográficas diferenciales consiste, citando a Tejera (2002: 337), “... en verificar en las fuentes informativas el uso de la unidad léxica y en compararla con el uso que de esa unidad se hace en la zona que se haya elegido para elaborar la contrastividad” En este punto, al ser el análisis contrastivo necesariamente hecho comparando dos usos, el particular o diferencial con otro considerado general o hablado por un universo más amplio, hemos de elegir como referencia para hacer el contraste, en primer término el DRAE en su última edición (2010) o anteriores, complementado por el Diccionario de Autoridades (Real Academia Española, 1990 (1726-59)), pues a pesar de que en esta obra del siglo XVIII solamente encontramos unos 150 americanismos léxicos, resulta un punto confiable de comparación en tanto recoge un extenso caudal léxico del español general hablado tanto en España como en América.
Se puede completar el análisis con la comparación con otros diccionarios generales (Corominas, 1990: Corominas y Pascual, 1984: Real Academia Española, 1992; Gómez de Silva, 1993; Covarrubias, 2003 (1611) y de regionalismos (Simón, 1637; Ocampo, 1969; Rivas Torres, 1980; Alvarado 1984 a y b; Tamayo, 1991; Tejera, 1993; Núñez, 1994; Morínigo, 1996; Galeote, 1997; Richard, 1997; Obediente, 1998; Osorio, 1998; Nieto, 2002; Cote, 2003; , para aclarar el significado y verificar las particularidades del uso en el español venezolano, con el sentido con el que se utilizaba en tiempos pasados y terminar por establecer su vigencia cronológica.
Para la recolección de los datos se usarán técnicas propias de la investigación documental, lo que implica el fichaje de los términos en su contexto documental y como entrada en los diferentes diccionarios de consulta.

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